lunes, 22 de octubre de 2007

Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio

Las razones contra Fox

*La actitud cínica y grosera ante las críticas del ex presidente Fox y Marta Sahagún ha elevado los incentivos generales para ir por ellos

En las tres últimas semanas, conforme la metralla mediática se centraba en contra el ex presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, también surgían, en mayoría aparente espontánea, quienes espetaban a periodistas reclamando por qué ahora y no durante el sexenio pasado, se lanzaban las críticas contra ellos. Puede ser que la memoria falle a quienes hacen los extrañamientos, pero no hay muchos en los medios que ahora censuran a la inefable pareja que no lo hicieran desde que eran inquilinos en Los Pinos. La diferencia es que ahora ya no hay políticos que los cubran y les extiendan su manto protector. La defensa de Fox y de la señora Sahagún fue para los panistas una obligación institucional, y para otros, como lo hacía Andrés Manuel López Obrador, una estrategia, donde abogaba por el ex presidente cuando en los medios lo acribillaban.
La dupla Fox-Sahagún se metió al pantano cuando comenzó a revivir las heridas del proceso electoral en sus conferencias pagadas —al insistir que la derrota de López Obrador fue su victoria—, y cometió un error táctico que les está costando tranquilidad e hígado al permitir que tomaran fotografías en la revista Quién de su rancho, del que estaban enterados a detalle sólo en la sociedad política. Meter la propiedad a los hogares mexicanos, donde prevalece el prejuicio de que todo político tiene como esencia el ser ladrón, incendió la hoguera pública. Para efectos prácticos de opinión pública, es irrelevante que el rancho sea, como dice Fox, propiedad que comparte con sus hermanos. De la misma manera, que Fox grite que es honesto con el rancho a su espalda y sobre el hombro su pedigüeña esposa Marta, es bordar en el vacío.
Vicente Fox y Marta Sahagún son unos farsantes, y eso es lo que les está costando cada vez más. Las afirmaciones que hacía en sus conferencias en el extranjero contra López Obrador, validando la declaración del Tribunal Electoral de que el ex presidente puso en riesgo la elección, fueron vistas en Los Pinos como unas más de sus incontinencias verbales. Hasta antes de su estruendosa aparición en Quién, no dejaba de estar reducido al ámbito de la opinión política. Por eso, cuando empató las percepciones populares de la corrupción endémica de los ex presidentes con las heridas políticas y la necesidad estratégica del gobierno de sanarlas, la ecuación se modificó sin que la pareja se diera cuenta que, una vez fuera de Los Pinos, sus activos se convirtieron en lastres. La falta de pudor de Fox, su cinismo en las entrevistas en el extranjero y las exigencias groseras de Sahagún al reclamar impunidad crearon los incentivos para ir por ellos.
En forma muy veloz, el gobierno calderonista pasó de una defensa pública discreta, a la distancia. Por eso, cuando el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, afirmó que “metería sus manos al fuego” por Fox —no por la señora, por cierto—, en Los Pinos le llamaron la atención por su iniciativa retórica y desde el PAN aclararon: el partido no mete las manos al fuego por nadie. Dentro del gobierno, hay quienes ya están considerando hablar sobre lo que sufrieron y padecieron con un hermano del ex presidente —en el sector salud—, y con la señora Sahagún y sus hijos —en el sector de Aduanas, de la Función Pública, de Comunicaciones y Transportes, de Vivienda, de Pemex y de la Presidencia misma—. En el sector privado, el silencio por miedo también se está rompiendo al irse ensanchando aún más las enormes fracturas políticas que trae el respaldo a Fox. Hay empresarios muy agraviados, como uno que aportó muchos recursos a su campaña y le dio trabajo a uno de los hijos del ex presidente, pese a que no sabía hacer nada. Otro muy lastimado es uno que ayudó a Manuel, el primogénito de la ex primera dama, con el networking empresarial, y cuando quiso entrar a la competencia en uno de los sectores industriales más comprometidos, lo traicionaron.
Si se llegara a un destino en cualquiera de esos caminos —o de otros aún no explorados—, habría una especie de sentimiento de sanación moral de una presidencia donde el clan Fox-Sahagún parece haberse despachado con el guante grande, sin importarles conflicto de interés inherente en muchas de sus acciones, si es que no incurrieron en delitos criminales. Para algunos, esto pudiera parecerles un exceso, sobre todo si en el pasado no se hizo algo similar con otros ex presidentes. Habría que revisar, llegado el caso, cuántas familias —del ex presidente y de su esposa— incurrieron en los excesos de la dupla más reciente en Los Pinos. Es muy probable que los ex presidentes priístas más satanizados queden rebasados, en función del número de familiares presuntamente involucrados en actos irregulares, por la dupla foxista.
Pero esto, que finalmente podría quedar concentrado en las finanzas y tener un daño, aunque presumiblemente cuantioso en forma, limitado en alcance, no es lo más grave en lo que incurrió Fox como presidente.
El mayor daño que le hizo a la nación fue la interrupción imperdonable del proceso de transición democrática y el quiebre de su consolidación, con lo cual dejó abierta la posibilidad de una regresión política. Salvo dos, todas las instituciones democráticas que tiene México fueron construidas por los ex presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. De las dos foxistas, la ley de transparencia fue un esfuerzo de universidades y medios que, pese a la oposición de Fox, se impuso finalmente. Todos cedieron gustosos para que el triunfo se lo llevara él ante la opinión pública, aunque es totalmente inmerecido. El otro mecanismo democrático es el Servicio Civil de Carrera, distorsionado completamente porque fue diseñado pensando en que el próximo presidente sería López Obrador, por lo cual dejaron un entuerto monstruoso que está afectando la eficiencia en el gobierno de Calderón. Fuera de ello, en términos democráticos, la presidencia de Fox fue un completo desastre. Todos los indicadores de avance democrático sufrieron retroceso en su gobierno: la estabilidad política cayó, la rendición de cuentas disminuyó, la eficiencia gubernamental se desplomó, el control de la corrupción bajó y la aplicación del estado de derecho también se disminuyó. A la regresión democrática que animó, se le añade la desinstitucionalización del país que se dio en su sexenio, donde la señora Sahagún fue pieza clave en ese lamentable proceso.
Pero nada de esto es nuevo. Este tipo de denuncias se realizaron durante todo su sexenio y muchas de ellas se documentaron. Quizás haya muchos que no se hayan enterado o no se acuerden, lo que no significa que no se dieron. Quizás la virulencia se ha exacerbado porque millones de mexicanos que votaron por Fox o que una vez que ganó depositaron en él su esperanza de cambio, se sientan profundamente decepcionados por un hombre que vieron muy alto y descubrieron finalmente vacío.

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