miércoles, 26 de septiembre de 2007

Conferencias magistrales de los galardonados en la FILU

El libro sobrevivió la revolución
digital y se sirve de ella: Thompson


* En la actualidad no hay demanda para los libros electrónicos, sostuvo el sociólogo
*Nueva formas de libros llevarán a nuevas formas de arte; incluso habrá nuevas formas de entender la literatura: Felipe Garrido

Alma Espinosa y Juan Carlos Plata

Contraria a la creencia popular de que la revolución digital originaría la muerte del libro, éste se ha servido de las nuevas tecnologías al grado de que el proceso de edición se hace a través de medios digitales, sostuvo el académico norteamericano John B. Thompson.

El más reciente pronóstico de la muerte del libro –popularizado por los medios de comunicación a finales de los noventa y principios de 2000– “no se cumplió; por el contrario, la revolución tecnológica le ha inyectado nueva vida a la industria editorial”, añadió el sociólogo estadounidense.

“Incluso –dijo– la está volviendo inmortal, a través de la captura de los textos en archivos digitales que reduce considerablemente los costos de impresión y mediante el cual se pueden rescatar y reimprimir obras de todos los tiempos”, dijo.

El autor de Los media y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación, sostuvo que la supuesta irrupción del e-book en el mercado no se ha concretado como la industria lo esperaba debido a que la mayoría de los lectores prefieren comprar y leer libros impresos, si bien para las casas editoriales una ventaja más de los archivos digitales es que se pueden almacenar en gran cantidad para una eventual demanda de libros en ese formato.

Thompson dijo también que es cierto que las editoriales en inglés –particularmente las académicas– sufren uno de los peores momentos de su historia (en los años setenta podían editar dos mil o tres mil ejemplares de un libro y venderlos, hoy los tirajes apenas llegan a 400 ó 500) y mucha gente señala como culpable al Internet, pero sostuvo que esa interpretación es falsa.

“El colapso de las editoriales se ha debido a que por presiones del mercado tuvieron que incrementar sus precios, haciéndolos cada vez menos accesibles para los lectores y para las bibliotecas, que prefirieron empezar a comprar publicaciones periódicas en lugar de libros”, aseguró.

Por su parte, el escritor y editor Felipe Garrido aseguró que no le angustia demasiado que los libros estén cambiando nuevamente de forma, porque lo verdaderamente importante es que circule la palabra. “Los seres humanos estamos hechos de palabras, pensamos, sentimos, creemos, odiamos, aprendemos con palabras; éstas comienzan con la tradición oral, antes que ninguna forma de escritura”, expresó.

Incansable promotor de la lectura, Garrido comentó que las actuales generaciones de lectores son más optimistas y saben emplear las nuevas tecnologías para su beneficio. Dijo que el nacimiento de una nueva forma de libro nos llevará inevitablemente a nuevas formas de arte porque ya es posible mezclar sonido y movimiento con los textos, incluso habrá nuevas formas de entender lo que ahora llamamos literatura. Junto con eso continuará la lectura de grandes y clásicos autores como Homero, Cervantes, Rulfo, Arreola.

Así como los libros se han transformado –vinieron de tabletas de barro, pergaminos, biombos de papel amate–, éstos volverán a cambiar de forma aprovechando las nuevas tecnologías; el proceso de transformación será más veloz cuando se resuelva la problemática de derechos de autor. Al hablar de algunas bondades de los libros electrónicos, Felipe Garrido dijo que es más fácil que se mantengan actualizados, como en el caso de diccionarios, enciclopedias, directorios y catálogos.

A su vez, el pionero de la etnología en México, el erudito salvadoreño Carlo Antonio Castro, desgranó en anécdotas su inicio “a gatas por el mundo de las letras”. Destacó la influencia de su nana, una indígena hablante de la lengua quiché, quien transformó su percepción del lenguaje y le dio “una extraordinaria facilidad para aprender después tzeltal”, lengua de la que se convirtió después en traductor y escritor.

“Descubrí el cosmos de las letras en una versión muy particular”, dijo al recordar la biblioteca familiar, un sitio que fue el eje de su convivencia infantil y lo acercó desde sus primeros años a autores tan fundamentales como Stendhal, Balzac, Goethe, Dickens, Manuel Payno, Unamuno, Martí, Rubén Darío, Horacio de Quiroga, Rómulo Gallegos y Neruda, entre otros.

Castro, quien fundó la licenciatura en Lingüística en la UV, recordó cómo a los cuatro años, aún sin dominar el lenguaje, experimentó los primeros encuentros con la literatura que sus padres y maestros ponían a su alcance; los análisis que su padre le hacía de las lecturas y cómo sembró en él el amor por las letras. “Desde entonces entendí que el tiempo es una ilusión, que si no se invierte en la lectura resulta aún más irreal”, explicó hacia el final de su intervención.

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