La radio y… la W
*Con Carmen Aristegui los señores de Prisa también le apostaron a López Obrador
Nadie puede negar que, como el de muchos otros, el suyo es un periodismo de militancia política
Como ocurre de manera cíclica en los medios de comunicación, sean escritos o electrónicos, su quehacer cotidiano se vuelve noticia de tanto en tanto y pareciera que asistimos a la reinvención de los debates sobre libertad de expresión, al descubrimiento del “perverso dominio” de los barones de la televisión y la radio y, por supuesto, a la construcción mediática de la víctima y el victimario en turno.
Así, en el naciente 2008 el turno le tocó a la estación de radio conocida por todos como La W, mítica frecuencia simiente del hoy poderoso Grupo Televisa, y cuyas acciones fueron vendidas en proporción de casi el 50% al grupo español Prisa, propietario de la cadena SER y del diario ibérico El País. Así, desde hace casi un semestre, los accionistas españoles de Televisa Radio —que controla la línea editorial de La W— iniciaron un cambio radical en su programación, luego de una cuestionada apuesta político-mediática durante las pasadas elecciones presidenciales de 2006; mudanza que consistió en relevar a los conductores de las barras informativas.
Por distintas razones, pero con un objetivo común —el de deshacerse del lastre de compromisos políticos indeseables—, primero salió de La W el simpático periodista estelar de Televisa Carlos Loret de Mola, herencia del foxiato y, sobre todo, de la influencia de Marta Sahagún en los medios. No pasó nada a la salida de “Carlitos” de las frecuencias de La W, e incluso en el gremio de la radio se insiste que, en el fondo, el perdidoso fue Loret, ya que desapareció del cuadrante.
Luego se produjo la poco clara salida del académico y bateador emergente en la conducción Ezra Shabot, quien llegó a la titularidad del informativo de la tarde como el hombre de Calderón… pero de Felipe Calderón en los tiempos de precandidato presidencial. Tampoco pasó nada con su salida, si acaso se catalizó la ruptura del equipo que dio vida al exitoso programa El Weso.
Pero la escandalera se produjo cuando la periodista Carmen Aristegui anunció que salía del informativo estelar de la mañana en La W, por una razón que ella misma calificó “incompatibilidad de criterios editoriales”, por lo cual no le fue renovado su contrato. En realidad la señora Aristegui era la cuota que los calculadores dueños de Prisa y socios de Televisa Radio entregaron al señor Andrés Manuel López Obrador, desde los tiempos de su arrasadora jefatura de gobierno en el DF. De esa manera, si vemos con cuidado el asunto, podremos descubrir que con Carlos Loret, Ezra Shabot y Carmen Aristegui en la titularidad de los tres más importantes informativos de La W, en el pasado quinquenio los señores de Prisa le apostaron a una barra informativa de equilibrio entre el poder presidencial de entonces, el de los Fox, y el poder de los dos candidatos con posibilidades reales: Felipe Calderón y López Obrador.
Es decir, que los barones mediáticos de Prisa, los señores De Polanco, prendieron veladoras a Dios, a la Virgen y al Diablo, para mantener un equilibrio entre el gobierno saliente de entonces —y al que mucho le deben— y el potencial presidente que saldría de entre Calderón y Obrador. A esos intereses respondían las barras informativas de Televisa Radio y la permanencia o no de sus conductores. Y para los que tengan alguna duda, basta recordarles que cuando AMLO vivía los momentos de gloria de su candidatura presidencial —cuando todos suponían que era irreversible su triunfo—, los señores De Polanco lo buscaron durante semanas por todo el país, en una penosa persecución que los españoles se debieron tragar completa. Luego del 2 de julio —debemos apelar de nuevo a la memoria—, el diario El País fue el primero en cuestionar la cultura antidemocrática de López Obrador.
Pero ya pasó el 2006, la elección presidencial de ese año, pasaron los tiempos en que medios como Televisa Radio debían anclarse a los centros reales de poder y sobre todo pegarse a los futuros poderes, y por eso los señores de Prisa —como hacen casi todos los concesionarios de la radio y la televisión mexicana— tiraron al piso los andamios que construyeron para agradar al poder en formación durante los años previos a 2006, para iniciar a partir de hoy la construcción de la nueva tramoya para 2012. ¿Y la responsabilidad social frente a la audiencia? ¿Y el respeto al público? ¿Y el rating? Eso no les importa, ni a los señores de Prisa ni al resto de los concesionarios mexicanos; lo que importa son los negocios con el poder.
Por eso resulta de risa, ridículo y hasta caricaturesca la polémica que se intenta armar en torno a la libertad de expresión en Televisa Radio y la relación de esa libertad con la salida de sus conductores estelares, como es el caso de la señora Aristegui. Dicen los amigos y seguidores de Carmen —que en buena medida son seguidores y simpatizantes de AMLO y lectores de La Jornada— que la “perversa derecha” se confabuló para acallar una de las voces críticas e independientes en México. Y en el bando contrario, dicen los malquerientes de la señora Aristegui —que en buena medida son antiamloístas y simpatizantes de Calderón— que practicaba un periodismo militante, complaciente y carente de autocrítica. Y en efecto, pudieran tener razón las dos partes, porque nadie puede negar las habilidades periodísticas de la señora Aristegui, su preocupación por lo social, por los sin voz y los que menos tienen, pero tampoco nadie puede negar que, como el de muchos otros, el suyo es un periodismo de militancia política que incluso era elogiado por uno de los poderes en la plaza pública, mientras que en esa misma plaza ese mismo poder quemaba en leña verde a los que pensaban distinto. Ese elogio era, en realidad, el sello de la casa.
Pero el problema tampoco es ese, porque los mártires de la libertad de expresión seguirán apareciendo de tanto en tanto según los humores y la desmemoria del “respetable”. El problema está en otro lado, en la inmoral concentración de poder de los grandes grupos de la radio y en una legislación que les permite hacer lo que les plazca, siempre y cuando agraden al poder, sea del partido que se quiera. Lo demás parece circo mediático. ¿Será?
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