domingo, 18 de noviembre de 2007

Fuera de Villahermosa aún viven la tragedia

Centla, Tab. – Esperan angustiados, sobre cayucos, el agua les llega a la cintura. Los vientos huracanados del helicóptero MI17 de la Fuerza Aérea Mexicana los empuja pero se acercan con fuerza… Las hélices no los detienen… el hambre los hace fuertes. Aquí aún se vive la tragedia.

Son los hombres de la ranchería Mixteca 3 —una pequeña comunidad de pescadores—. Aquí la desesperanza se refleja en cada rostro, no hay cómo llegar por tierra… A 17 días de la creciente siguen con el agua encima… la inundación de esta zona pantanosa se pierde en el horizonte.

No tienen dinero, ni comida, ni ropa, ni casa. El escaso camarón que pueden capturan se los pagan a 20 pesos el kilo, a 8 el de carpa. Faltan compradores. Los locatarios de los mercados Juárez y Pino Suárez de Villahermosa tampoco tienen dinero.

Ayer en un vuelo sobre la zona de los municipios aledaños a Villahermosa, se ven casas con el agua a la mitad de la pared, a la gente que se mantiene en azoteas, a los animales muertos atorados en las copas de los árboles o flotando.

En la Ranchería de la Mixteca 2, el MI17 ha bajado. La gente de otras rancherías se acerca a la casita donde se ha instalado la misión militar. El brazo del río Grijalva, conocido aquí como el Río de la Concepción, se tragó todo a sus lados.

La gente aquí está incomunicada. Lejos se sienten las frases de funcionarios que dicen que la emergencia está superada.

Los coordinadores castrenses se comprometen y al poco rato les llevan comida. En tanto una célula de Sanidad Militar, de cinco médicos y tres enfermeras atiende a la gente que llega por decenas en pequeñas balsas.

Eleazar Ramírez Trinidad mira adusto a los militares, se enoja cuando se acercan, manotea, grita y luego se calma. Es un pequeño de dos años que tiene catarro. A un paso está una pequeña, aún no tiene nombre, le dicen “Lupita”, es una niña de casi un mes de edad, tiene el rostro llagado.

María Ramírez se acerca a los soldados, les pide ayuda. Sus nietos José y Liliana son huérfanos. La creciente les cortó el poco dinero que lograban para comer.

La mayor médico cirujano Nubia Jazmín Martínez Mendoza es una joven morenita y de cabello corto, sólo usa un poco de labial rosa.

Escucha con atención, revisa con cuidado, luego les da una receta con medicamentos. Dice:

“Aquí no es igual a otras comunidades… están bajo el agua. Están enfermos… A dos semanas sentimos empatía, comemos, dormimos y trabajamos con ellos… nos desespera no poder ayudarles más”.

Los lugareños no dejan de pedir “apoyo”. Hablan de la primaria “Tomás Garrido”. Se esfuerzan y llevan a los periodistas y a los soldados a su escuela. Muestran el pizarrón electrónico inservible, los pupitres podridos, no hay nada útil.

En un momento la desesperación tensa el ambiente. Los hombres reprochan la falta se apoyo de sus políticos.

Un hombre se acerca y el capitán Sergio Manuel Serrano Bucio lo acompaña. Lo lleva a la ranchería Mixteca uno, le enseña un montículo para que les lleven despensas, son cuarenta familias. El militar les pide derribar dos palmeras y colocar un paño de tela. “rojo de preferencia”.

El capitán primero de la Fuerza Aérea, Carlos Espinosa Morales, acepta:

“La gente cuando nos ve hay una mezcla de alegría y reproche. Están contentos por la ayuda pero enojados por la tardanza, no descansamos… son misiones peligrosas, bajamos en espacios reducidos con el peligro de que las naves pierdan equilibrio, pero es la única forma de ayudar”.

Y así pasa el día. Los militares atienden a la población. Arriba una célula del Quinto Grupo Anfibio, bajo el mando del teniente coronel de artillería Bernardo Chávez Lira, son seis lanchas y 50 soldados, sólo pocos van armados. Para llegar a este lugar en lanchas rápidas tardaron tres horas.

“Sonará a político pero el Ejército es el pueblo del pueblo y para el pueblo, conocemos las necesidades de la gente, no hay cansancio, sueño ni hambre”, dice el hombre destacamentado en Mérida.

Sus subordinados los miran atentos… luego siguen el trajín. Aquí la única ayuda es la que les llevan los militares. Cae la noche, mañana seguirán las operaciones. Tomado de El Universal.

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